El handball, o balonmano, es un deporte que nace entre la modernidad europea y las ganas de correr. A finales del siglo XIX, en Alemania y Dinamarca, educadores físicos buscaban una alternativa al fútbol que permitiera jugar en espacios reducidos. Así surgió un deporte ágil, rápido, de contacto controlado y mucha estrategia.

Orígenes improvisados y estructura formal

El primer reglamento oficial se atribuye al alemán Karl Schelenz en 1917. En ese entonces se jugaba al aire libre, con once jugadores por equipo y en canchas similares a las de fútbol. Pero como todo deporte joven, fue mutando: en los años 30 ya se practicaba la versión indoor (en gimnasios), y durante la posguerra, esa modalidad se impuso como la principal, con equipos de siete jugadores.

El crecimiento fue meteórico. Para los 70, el handball ya era olímpico. La velocidad, la táctica, el juego sin pausa y el cuerpo a cuerpo lo hacían único. Pero, como todo deporte técnico, la evolución no fue sólo táctica o física. Fue también tecnológica.

Del sudor al control: nace la necesidad del pega

Uno de los mayores desafíos en el handball es el control del balón. Con pases que deben ser quirúrgicos y lanzamientos a más de 80 km/h, no alcanza con tener fuerza o reflejos. El agarre se convirtió en un factor decisivo, especialmente cuando las pelotas evolucionaron de cuero pesado a materiales sintéticos más veloces pero menos adherentes.

Así nace el famoso "pega", una sustancia resinosa usada por los jugadores para mejorar la fricción entre mano y balón. Al principio eran fórmulas caseras o artesanales, pero el nivel de exigencia del handball moderno llevó a desarrollar productos especializados, pensados desde la alta competencia.

Hoy marcas como Trimona, Select Profcare o Resinol son referentes globales, utilizadas en ligas profesionales y torneos internacionales. Y junto a ellas, una nueva generación de productos como Grint —una cera sólida sin alcohol, limpia y de agarre extremo— empieza a destacarse por su efectividad y practicidad.

El pega: un aliado invisible pero decisivo

Puede que el espectador casual no lo note, pero para el jugador, la sensación de tener el balón “pegado” a la mano cambia por completo el juego. Hay más control, más precisión en los pases, más seguridad en los lanzamientos. Y en un deporte donde todo se define en décimas de segundo, eso no es un detalle menor.

El presente y futuro del handball

Hoy el handball se juega en más de 180 países. Tiene ligas profesionales en Europa, presencia creciente en América y Asia, y se practica desde las escuelas hasta el alto rendimiento. La inclusión de nuevas tecnologías, el análisis de datos y la evolución física de los jugadores siguen empujando el límite.

 

Y en esa búsqueda de perfección, el pega —ya sea con fórmulas clásicas como Trimona o nuevas alternativas como Grint— sigue siendo ese aliado silencioso. El que no lanza ni defiende, pero que hace posible que todo lo demás suceda con precisión quirúrgica.